Estaba escribiendo una historia que empezaba con un sueño, y se quedó dormido encima de las palabras. Era una historia amable y mullida, sin personajes ni trama. Empezaba describiendo un lugar silencioso y verde, donde había un arroyo de agua fresca y cristalina que corría jugando a esquivar piedras. El contraluz anaranjado del atardecer, evidenciaba el vuelo de pequeñísimas partículas ingrávidas que flotaban bajo las ramas de los árboles del camino, un camino de tierra tostada que acababa por difuminarse en el horizonte.
Mecido por ese sueño y cómodo sobre las palabras de aquella historia ausente de gentes y trama, descansó, despertando a las dos horas con un gesto sereno y dispuesto a seguir hasta el final de ese camino difuminado, donde los perfiles del mundo son más benévolos.
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“El espíritu del flâneur”
Carvalho & Ortega
2013
Albareda11